Undécima edición del festival más bonito del mundo! Tras el décimo aniversario, se produjeron altas y bajas en la dirección del festival, cambios que no se notaron mucho, salvo en una orientación musical más punki, y en la que eché de menos más grupos como RED RED EYES, que a la postre se convirtieron en la mejor banda de la edición de 2017.

Indietracks es un festival de ensueño, continuando un año más con sus cuatro escenarios: el principal al aire libre, el del cobertizo, la iglesia y el tren de vapor, a los que habría que sumar los conciertos acústicos improvisados en la carpa del mercadillo. Estos se anuncian en un cartel a rotulador que se cuelga en la puerta de la carpa, y donde sobre todo, grupos que no tocan pero que están entre el público, o formaciones paralelas de otros que sí que tocan, se dan cita en acústico en dicho recinto.

 

 

Sigue siendo un festival sin patrocinadores, y este año potenció las actividades para niños, como una discoteca especial para los más pequeños. También se realizan actividades paralelas a los conciertos, como karaokes, concursos y workshops como el de School of Noise, donde se exponían sintetizadores varios e instrumentos curiosos, además de la entrañable apisonadora de botes, que varias veces al día congrega a gran parte de público del festival para su “espectáculo”.

Y todo esto rodeado de trenes de vapor, de la carpa de búhos y loros de la protectora Woody’s Wings, los puestos de comida, la barra de bebida en el cobertizo donde te sirven, entre otros, cervezas y sidras artesanales.

 

 

 

En este festival te sientes cómodo, sin atascos ni colas para comer ni beber, y pudiendo ver casi cualquier concierto desde primeras filas. Hay buen rollo durante todo el fin de semana, lo ves en las caras de la gente.

¿Y lo malo? Bueno, pues que se solapan a veces actuaciones interesantes, y también este año, la lluvia, que no quería perderse el festival y se dejó ver todos los días.