Después de mucho meil pa’rriba y pa’bajo, intentando coordinar el acceso a un día de festival para 5 personas, dos residentes en los suburbios parisinos, dos en los bilbaínos, y uno en Barcelonia, conseguimos abandonar Castro en dirección Santander alrededor de la una, lo que echaba por tierra las esperanzas iñiguistas de degustar un famoso cocido montañés, por otra parte, comida no demasiado frugal ni festivalera sabiendo lo que nos esperaba. Tampoco se logró el codiciado objetivo de conseguir bebidas refrescantes con contenido en alcohol a precios asequibles, ni siquiera un sándwich para el viaje, tan sólo algo de petróleo plastificado con aromas a patata o queso o vaya usted a saber. En fin, la próxima vez nos saldrá mejor, espero.
Como taxista me tocó a mí (el de las multas, sí), mientras de copiloto el Sr. Pelos con el típico (y fiable?) mapa sacado de internet. El trayecto hasta Santander sin problemas (por autovía es todo recto) ahí giramos en dirección Torrelavega, bien, luego Bezana, OK, y luego había que seguir una carretera que lamentablemente sólo existía en la red en dirección al pueblo, porque el festival, lo que es en Santander, Santander no era. San Román de la Llanilla. Toma ya. Bueno, después de un intento que casi nos hizo llegar al Sardinero, el Pelos, mirando en el mapa, y confiando en la escala y en la orientación del mismo (lo que ya es mucho confiar en un mapa bajado de internet) se decidió por una salida en la cuál el pintoresco pueblo de arriba no figuraba, claro. Ya se me había olvidado a mí como está señalizada Cantabria…
Una vez en el pueblo, sólo faltaba encontrar la playa, Virgen del Mar, o algo así (hay algunas cosas que no cambian), bueno, después de una macarrada (o eso pensaron los viajeros, que yo ya…) al volante, porque para el conductor, después de su estancia en Catalonia, recto no significa lo mismo que antes, conseguimos encontrar la playa, porque sí había alguna pegatina que indicaba dónde estaba el festival, pues había sido arrancada o estaba en proceso de serlo. Por suerte se veía gente con pinta festivalera a los que preguntábamos, y aunque dimos más vueltas que un tiovivo esta vez era porque el trazado era así (si las comarcales de cantabria tienen lo suyo imaginaros las que no salen ni en el mapa). Al llegar hasta el recinto cometimos el error de preguntarle a la pasma si podíamos aparcar en el párking del festival, porque esta buena gente estaba justo enfrente de la entrada y como suelen tener mal pronto, mejor preguntar. Uno nos respondió algo en cántabro profundo mientras no nos hacía mucho caso, y ya más acojonados pues le preguntamos al otro agente, que más tranquilo pero no más útil, nos mandó a la porra, digo a otro párking que supuestamente había por ahí arriba. Con todo esto decir que nuestra idea era llegar pronto porque sólo había 700 plazas de párking para un festival al que supuestamente iban a acudir 16.000 personas, y que llegábamos el segundo día. Bueno, finalmente llegamos al párking (segundo) en un terreno no asfaltado, en el que conseguimos encontrar sitio porque se piraba otro. La chorra también cuenta.
Y corriendo, como profesionales, a cambiar las entradas… le preguntamos a un señor de la cantabria profunda que por lo menos nos respondió «¿y para que quereis cambiarlas?» uy uy uy, no vamos a explicarle a este mocetón ahora cómo funciona el asunto, mejor vamos para allá, que hay unas casetas… Y en las casetas vimos que no podíamos canjear las entradas hasta las 16:00 (eran las dos y pico), los tickets también, y que no nos dejarían entrar hasta las 16:30. Esto explicaba claro, por qué cola, lo que se dice cola, no había
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. (Éramos los únicos monos, el resto estaba de resaca, comiendo o en la playa tostándose -algunos por dentro y por fuera). Así que viendo el percal nos fuimos a llenar el buche. Había tres opciones: helados en un puesto, un chiringuito, o un restaurante que PARECÍA serio.
Como somos tan convencionales (menos el Pelos que le gustó el chiringo desde el primer momento) nos fuimos al Restaurante Virgen del Mar (pongo bien el nombre para que se os quede, pues el Pelos y yo iremos un día de estos cuando no haya nadie para prenderle fuego); por supuesto las mesas estaban llenas hasta el final del festival, así que nos decidimos por la opción bocadillo. Cogimos el menú, y nos decidimos los cuatro que andabamos por allí (Epe llegaría más tarde de Picos de Europa) por 2 hamburguesas cada uno: Una ‘Virgen del Mar’ y una ‘Completa’, más un litro y medio de agua si estaba fresca, decían mis acompañantes, y un litro y medio de agua si no estaba fresca que decía yo, que tenía mucha sed. Como dentro del restaurante había mucha cola, un calor agobiante, el Sr. Pelos y yo dejamos a la Sra. Pelos y a Gerardo encargados de la manduca y nos fuimos a explorar el chiringo, a tomar el fresco, y por qué no decirlo, buscar unos litros. ¡Qué cambio! Ni una sola cola, tranquilidad absoluta, el público tirado en la hierba de alrededor degustando todo tipo de bebidas, comidas y otras cosas que me callo… nos sacamos un vasito de 75cc (no los había más grandes) cada uno de cerveza y cerveza con limón (iba a ser el menú para toda la noche) y nos fuimos tranquilamente a por los manduqueros, teniendo ya bastante gazuza. El intrépido Pelos se adentró en la enmarañada jungla indie-gastronomica, y cuando volvió a salir, con menos cerveza, nos contaba una de risa… por lo visto en el restaurante les daba igual lo que pidieras, ellos te daban «lo que salga». Efectivamente, como contaba María, ella empezó a recitar nuestra lista de la compra, que complicada no era: 4 hamburguesas completas, 4 hamburguesas virgen del mar. Y el señor camarero, a regañadientes, comentó que allí no se pedía. Tú quieres 8 piezas de comida, pues muy bien. Las que salgan en ese momento, y si no ya sabes, como Herodes. Ver para creer. Al final nos «salió» 4 bocadillos de rabas y 4 de las peores hamburguesas con queso del mundo (la peor fue la del Faraday). El Pelos nos preguntaba por qué las comíamos si no nos gustaba, joder, porque tenemos hambre. (Él se quería comer las nuestras). La botella de agua, dijo el camarero, nos la habían robado. Ajoyagua.
Y al final entramos, 0 colas para canjear tickets, 0 colas para canjear la entrada, 0 colas para entrar al recinto. Lo nunca visto.
Cuando entramos, ya habían empezado (por suerte) los HACIA DÓNDE?, que era una cosa muy rara… una cantanta con una voz clavada a la OREJA DE VAN GOGH (puaj) con un guitarra jevitrón, y unos baldíos intentos de animar al personal. Horroroso. Hacia dónde van, eso se preguntaba el público. Nos alejamos lo más posible para no oírla, pero sólo dejaban pedir alcohol en la barra cerca de la tormentosa cantanta. Una vez secuestrado el alcohol, dos eurodolores más caro de lo que estaba fuera (toma plusvalía festivalera) nos marchamos a ver los puestos y ver las camisetas que molaban.
Luego vinieron STERLIN, que tenía ganas Gerardo. Bueno, ellos tocar no tocaban mal, ella no cantaba mal, pero era un rollo pop-rock muy visto. (‘Mainstream’ según Rafa). A mí no me molaron, lo mejor una versión de BUDDY HOLLY que amenazaba tormenta guitarrera que nunca llegó.
THE FEVER: éstos sí que nos molaron a todos (menos mal) una panda de chalados neoyorkinos (el cantante bastante colocadoski) con un batería con un peinado afro que rompía más baquetas que Ro Sibila, y un guitarra muy peculiar por su sonido, en la línea Klangista (mal que le pese a Íñigo) o también a los “Top of The Pops” ART BRUT. Fucking rock’n’roll. Nos animaron muchísimo.
MANTA RAY: Yo los vi muy tranquilitos, la verdad, me gustaron, como me gustan siempre que les he visto, pero a mis compañeros de viaje les amuermó. Como al Pelos ya le había entrado hambre se fue a por unos bocatas, patatas y más cerveza, claro. María y yo aguantando ya sitio, hasta la MUERTE SÓNICA.
LOS PLANETAS: Aquí llegaron Epe e Iñaki (con más cerveza, claro) y cuando nos enfocaba la cámara él decía: “No, por favor, no quiero que me saquen en un concierto de LOS PLANETAS”. A mí me gustaron más que en el último Primavera, tocaron bastantes canciones de las antiguallas y María y yo saltábamos bastante, recordándole al Pelos y a Gerardo estas canciones de nuestra época universitaria (puaj). Lo mejor, Gerardo, impertubable, diciendo «Son unos sosos, ¿cuándo acaban?». Y fueron de los pocos que hiceron bis, claro. La chiquillería a tope.
SONIK YOUTH: Al final llegaba el plato fuerte (para mí) del festival y la razón por hacer 650 Km (joder, creo que esta frase me ha quedado muy Skamiana) qué diferencia con el Primavera, estábamos en primera fila pero la gente super considerada, sí saltaba, sí, pero en su sitio, y sin empujar ni tirar a los demás. La mayoría de canciones del muy Pop «Sonic nurse», mientras el Pelos esperaba estallidos. Gerardo diciendo: “ah, pues sí que tocan bien estos tíos”. Yo en la gloria flipando cada momento, Thurston haciendo el payaso, colgando (otra vez) la guitarra en el quinto andamio, Kim Gordon bailando como una ‘Mariposa Borracha’, todo la vieja guardia sonikyouthista saltando como locos con «Teenage riot in a public station». No tocaron mucho, pero a mí se me hizo más largo y más intenso que en el Prima, aunque supongo que lo de no tener que preocuparme por perder la vida ayuda mucho. Fuera del terreno musical, lo mejor fue que aquí todo el mundo dejó de beber. Unos, para no miccionar y perder sitio. Otros, que si la cerveza con limón llena mucho, el taxista loco para no ser multado, etc. Total que hubo un Pelos que se encontró con 4 simpáticos 4 cachis de cerveza (y cerveza con limón) que tenía que terminarse él. Otra persona se hubiera arrugado, pero no un Pedrueza Carranza. No hubo que decirle ni aquello de «No hay güevos a…».
RINOCEROSE: (o como se escriba) Aquí ya me importaba todo un pimiento, como me pasa siempre después de ver a los de arriba, pero ya que estábamos en primera fila, pues a ver qué tal. La verdad que desde la primera canción ya vi que aquel rollo no iba conmigo, y la única que me hizo gracia fue “Bitch”, una que cantaba un pelanas con un pelo Afro más bruto que el batería de THE FEVER (que, por cierto, andaban por ahí viendo a los RINOCEROSES flipando) en plan rollo discotequero setentón. Además enseguida empezaron a llegar truchas a bailotear como locas, así que yo me decidí a emigrar hacia espacios menos poblados. Al de un rato salió también María, hicimos la ruta de pillar ropa en el coche que ya refrescaba, una hamburguesa por el camino (ya era hora), unos discos y una camiseta después, buscamos a los restos, y decidimos pirarnos para casa, que al dia siguiente tocaba emigrar a Barcelona.
Aquí, a la vuelta, también andaba todo tan bien señalizado como siempre, se me había olvidado que en Cantabria a veces en un pueblo hay salida de autovía, o entrada, pero que no tiene que haber las dos. Pues algo así, porque entre las indicaciones pelianas, esta vez sin tanta carga de autoridad (por aquello del consumo excesivo de alcohol, el tío se nos quedó sopas y roncando a placer durante el viaje) acabamos en Gornazo, a XX kilómetros de Torrelavega. Allí, siguiendo la lógica de seguir el camino que no dice nada (será para no gastar en señales) porque el que dice algo iba en dirección Torrelavega Oviedo, y eso casi como que no, vimos dirección Bilbao y pudimos respirar tranquilos, por no haber llegado hasta Mogro. Dado que el 75% de los asistentes juega a rol, decidimos llamar a nuestros próximos personajes Mogro de Gornazo en vez de Thurston Moore, Black Francis, Vodka Resakus, Konko Jones o Paul Atreides, que éstos ya están muy vistos.
© Magic Pickle.