«Music is my boyfriend»
Esta es la frase con la que insistentemente el poblado grupo canadiense ha retratado lo que hay en su nuevo disco, «Mississauga Goddam» (Sinnamon Records / Rough Trade, 2004). Algo más lejos de aquella gay-church-folk-music, el disco nuevo sigue lleno de vitalidad, de placer por la vida, por la ausencia de prejucios. Esto es lo que nos contaba Joel Gibbs durante su estancia antes de ofrecer su concierto en el Primavera Sound de Barcelona.
-«Gay church folk music» ¿Es este álbum menos ‘church’?
Probablemente sí, hay menos presencia del órgano de iglesia en este disco. Creo que eso es lo que le daba ese aire tan «eclesial» (Churchy) al disco anterior, fuimos a una iglesia y grabamos allí los órganos. En este sólo hay dos o tres canciones con este órgano mientras que el disco anterior tenía seis o siete.
-¿Cómo definirías entonces este álbum?
Desde luego no utilizaría ese término, para mí no tiene sentido ya, eso fue hace dos años. Tengo que buscar un término nuevo para este álbum (risas).
-Usáis mucho la espiritualidad, puede que más en el anterior álbum, pero no desde un punto de vista religioso, sino más existencialista. ¿Estás de acuerdo?
Totalmente. Creo que usamos términos, imágenes y alusiones religiosas, pero también metemos imaginería sexual… Me gusta fusionar cosas diferentes.
-Os identificáis con los sentimientos más vitalistas.
Sí, pero es algo que no sale de manera inconsciente. Cuando construimos una canción, su melodía, no intelectualizamos cómo y por qué… Simplemente viene de dentro.
-La música como movimiento vital principal, reflejado en una canción como «Music is my boyfriend»
Esa canción es una canción de ruptura. Cuando quieres ser feliz y rompes con algo, pero para mí la música es esa manera de romper con algo. Para otra gente puede ser su trabajo o cualquier otra cosa. Si eres un fan de la música, simplemente escuchar un disco puede hacerte feliz.
-¿Es más importante la música o las letras?
Creo que ambas tienen importancia, pero para mí, como fan de la música, cuando escucho un disco no estoy escuchando las letras. Me fijo en las melodías, en los sonidos. Y así en cierto modo es como compongo. Primero doy luz a los sonidos y después escribo las letras. Al guna vez he escrito primero las letras pero no es lo normal. Así que no me importa si la gente no presta atención a lo que digo en las canciones, además en muchos casos canto muy rápido y digo cosas algo extrañas (risas) así que no me importa. Pero también es cierto que empleo mucho tiempo en escribirlas, y en tratar de plasmar en ellas las ideas que quiero transmitir.
-¿Cómo grabásteis el disco?
El disco anterior se grabó en una cinta digital, mientras que éste se ha grabado en una cinta analógica de dos pulgadas, muy utilizada en los años sesenta. También hemos utilizado una caja de reverberación que es como una especie de amplia caja con un altavoz dentro que genera una reverb natural, y hemos usado esto en vez de reverbs y efectos digitales. En el primer disco se usaron cosas muy diferentes, efectos y muchos trucos de estudio y eso no me gusta. Me gusta que todo salga más natural, a la hora de tocar.
-La provocación es algo que siempre está presente de alguna manera en vuestra actitud como grupo.
Sí, me gusta que mis letras tengan ese punto provocativo. No me gustan esas letras tan abstractas, que no tienes ni idea de lo que están diciendo, ni la tienen sus autores (risas). Me gustan en ese aspecto los PIXIES, con unas letras muy locas, pero es la forma tan personal que tiene de escribir Frank Black. Grita y conforma sonidos que al final dan lugar a palabras, algo es mucho más inteligente de lo que la gente supone. Pero hay mucha gente que no tiene nada que decir.
-En Canadá habéis llevado a cabo performances en los directos…
-Sí, nos gusta tratar hacer algo diferente en directo, pero aquí en un festival, es difícil. Simplemente vienes y tocas. Es difícil pedir algo especial.
-Pero en Toronto si podéis hacer todas estas cosas…
Siempre queremos hacer algo diferente, en otra dimensión, no simplemente tocar música y ya está. En Toronto no tocamos en pubs, tocamos en iglesias. Nuestro último concierto fue en el ‘du Maurier Theatre’ donde colaboramos con una compañía de danza moderna. Catorce bailarines que se situaban justo en el centro del escenario, mientras que nosotros tocábamos a un lado. El año que viene vamos a hacer otra colaboración, y espero que para entonces vamos a componer una música más específica para tal evento, aunque todavía es muy temprano, no sé… Una vez llamamos la atención de un coreógrafo y nos llamó para hacer una actuación en una galería de arte donde costaba cerca de 100 dólares entrar, así que para mis amigos pudiesen entrar, los metí a todos como bailarines. Se vistieron de manera increíble, y cada uno se fabricó una máscara de una manera muy creativa. Hice un setlist y les dije qué tenían que hacer en cada canción. Pero en general les dejé mucha libertad para que hiciesen lo que quisiesen. En una canción les dije que se fuesen hacia el público y creo que a la gente le gustó romper esa línea entre el espectáculo y el público. Porque el baile es algo muy físico, y puedes ver esa acción física, aunque en general la gente permance quieta, muy quita.
-¿Te gusta que la gente participe en tus conciertos?
Maggie y Mickey generalmente sacan a la gente a bailar. Un baile simple, como si estuvieran haciendo ejercicio. Pero es más bien una manera de romper su postura, cuando suelen quedarse quietos de pie, o dando los golpecitos con el zapato. Mejor que bailen (risas). Es gracioso ese tabú que existe entre la gente: bailar o no bailar. De este modo conseguimos que la gente lo desafíe. Y lo curioso es que cuando la gente ve bailar a otros al final casi todo el mundo acaba bailando
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. Es divertido hacer que la gente se involucre en este tipo de cosas en los directos. El directo tiene que ser algo ágil, más rock, la gente tiene que pasarlo bien. Creo que es un concepto totalmente diferente al que llevamos a cabo en el disco. En el disco utilizas una serie de aparatos más bien con la intención de crear unas texturas. En directo toco la guitarra mucho más fuerte y rápido.
-¿Es difícil manejar una banda tan amplia?
Sí, generalmente, y sobre todo a la hora de ensayar, pero de todos modos no solemos ensayar todos juntos. Diferentes personas ensayamos en diferentes momentos, diferentes personas giramos en diferentes momentos… Ahora mismo Maggie, que siempre gira con nosotros, no ha podido venir porque está de campaña con un partido de izquierdas para conseguir algunos escaños.
-¿Cómo lleváis a cabo la composición de los temas?
Básicamente grabo las canciones como maquetas en un 4 pistas y se las llevo a los demás. En el estudio grabamos con un conjunto de ocho cuerdas, y a veces, en vez de llevar partituras, les canto las melodías. Hay gente que añade pequeñas cosas al resultado, pero soy muy apasionado con lo que hago. Soy el director de orquesta, desde ese punto de vista. Pero también controlo la estética, los vídeos, etc. Básicamente soy yo el que lo mueve todo.
-¿ Por qué «Mississauga Goddam»?
Es una referencia a NINA SIMONE y su «Mississipi Goddam». Nos pareció divertido. Nosotros somos de Mississauga. Me inspiré en esa cancion pero después la nuestra va de algo muy diferente. Mississauga es nuestra ciudad y está muy cerca de Toronto. Es un sitio realmente aburrido. Uno de los pocos sitios del mundo donde se tiene cero apreciación por la estética. Todos los coches, los materiales de los edificios… son los más baratos. Y los más feos. No hay iglesias ni cosas de esas.
-¿Te han dicho que la canción «That’s when the ceremony starts» tiene un arreglo que parece el himno de un partido de derechas de España?
¡No me digas! ¡Eso tengo que oírlo!
-¿Podríamos consideraros de alguna manera, y siempre bajo connotaciones positivas, como unos hedonistas modernos?
Sí, en cierto modo eso es lo que son los HIDDEN CAMERAS: divertirse, hacer lo que uno quiere, disfrutar del sexo, el alcohol…
© Jesús Sáez