Ya estaba deseando ver en directo a uno de mis grupos favoritos de los que habían salido en los últimos tiempos. Empezaron algo nerviosos, porque el sonido de la sala Maravillas es por donde le da, y así comenzaron ejecutando con espíritu amateur y encanto naif los temas de su mini-álbum de debut «Un Plato Pequeño», más otros seis temas nuevos, pero con el hándicap del extraño sonido de la sala, que sonaba rara y parecía fumada, aunque el mero hecho de disfrutar en vivo de las canciones del disco ya era suficiente. Son La Buena Vida del 2000, sin duda. Tienen talento, inspiración y canciones. Luego Vacaciones hicimos un extrañísimo concierto. Entre el público se encontraban Alejandro y Elena, de Los Flechazos, lo que me suponía un enorme respeto, además de mi buen amigo Pepe Protón, el resto de Yellow Melodies, que habían venido desde Murcia, y los listeros, a quiénes les prometí un buen concierto. Y fue todo lo contrario, una enorme pesadilla, al menos para mí, aunque el resto del grupo se encargó de compensar, y de que no fuera el más absoluto de nuestros ridículos. Mi guitarra sonaba desafinaba todo el concierto, y por más que la afinaba seguía sonando extraña, al tiempo que veía caras de circunstancia en las caras conocidas y no conocidas de la primera fila. Cambié de guitarra, y seguía sonando extraña. Me encontré incómodo durante todo el concierto, salvo las tres últimas, donde ya parecía que todo sonaba mejor
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. Luego la gente dijo que le gustó y que había sonado bien. Yo ya no entiendo nada.